miércoles, 24 de abril de 2013

Florecillas de San Francisco.- Capítulo 33



CAPÍTULO 33

Cómo Santa Clara bendijo, por orden del Papa, los panes, y en cada uno apareció la señal de la santa cruz

Santa Clara, discípula devotísima de la cruz de Cristo y noble planta de messer San Francisco, era de tanta santidad, que no sólo obispos y cardenales, sino aun el papa, deseaba, con grande afecto, verla y oírla, y la visitaba con frecuencia personalmente.

Una vez entre otras, fue el santo padre al monasterio donde ella estaba para oírle hablar de las cosas celestiales y divinas; y, mientras se hallaban así entretenidos en divinos razonamientos, Santa Clara hizo preparar las mesas y poner el pan en ellas, para que el santo padre lo bendijera. Concluido el coloquio espiritual, Santa Clara, arrodillada con gran reverencia, le rogaba tuviera a bien bendecir el pan que estaba sobre la mesa. Respondió el santo padre:

Hermana Clara fidelísima, quiero que seas tú quien bendiga este pan y que hagas sobre él esa señal de la cruz de Cristo, a quien tú te has entregado enteramente. Santísimo padre, perdonadme -repuso Santa Clara-; sería merecedora de gran reproche si, delante del vicario de Cristo, yo, pobre mujercilla, me atreviera a trazar esta bendición. Para que no pueda atribuirse a presunción -insistió el papa-, sino a mérito de obediencia, te mando, por santa obediencia, que hagas la señal de la cruz sobre estos panes y los bendigas en el nombre de Dios.

Entonces, Santa Clara, como verdadera hija de obediencia, bendijo muy devotamente aquellos panes con la señal de la cruz. Y, ¡cosa admirable!, al instante apareció en todos los panes la señal de la cruz, bellísimamente trazada. Entonces comieron una parte de los panes, y la otra parte fue guardada en recuerdo del milagro. El santo padre, al ver el milagro, tomó de aquel pan y se marchó dando gracias a Dios, dejando a Santa Clara con su bendición.

Por entonces estaba en el monasterio sor Ortolana, madre de Santa Clara, y sor Inés, su hermana; ambas, como Santa Clara, ricas de virtudes y llenas del Espíritu Santo, y, asimismo, otras muchas monjas. San Francisco les enviaba muchos enfermos, y ellas con sus oraciones y con la señal de la cruz les devolvían a todos la salud. En alabanza de Cristo. Amén.

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