lunes, 13 de mayo de 2013

Y a ti misma una espada te traspasará el alma!,




Y a ti misma una espada te traspasará el alma!,


SAN LUCAS 2, 34-35 

Simeón les bendijo y dijo a María, su madre: “Éste está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción. ¡Y a ti misma una espada te traspasará el alma!, a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones”.  




REFLEXIÓN DE S.S. BENEDICTO XVI

“La primera persona que se asocia a Cristo en el camino de la obediencia, de la fe probada y del dolor compartido es su madre, María. El texto evangélico nos la muestra en el acto de ofrecer a su Hijo: una ofrenda incondicional que la implica personalmente: María es Madre de Aquél que es “gloria de su pueblo Israel” y “luz para alumbrar a las naciones”, pero también, “signo de contradicción”. Y a Ella misma la espada de dolor le traspasará su alma inmaculada, mostrando así que su papel en la historia de la salvación no termina en el misterio de la Encarnación, sino que se completa con la amorosa y dolorosa participación en la muerte y resurrección de su Hijo. Al llevar a su Hijo a Jerusalén la Virgen Madre lo ofrece a Dios como verdadero Cordero que quita el pecado del mundo; lo pone en manos de Simeón y Ana  como anuncio de redención; lo presenta a todos como luz para avanzar por el camino seguro de la verdad y del amor.”

(Homilía. Misa en la Celebración de la Presentación del Señor. Jornada de la vida consagrada. Jueves 2 de febrero de 2006) 

PETICION

“Nos dirigimos ahora a María, orando en especial por los sacerdotes de todo el mundo. Que por la intercesión de la Virgen Madre de Dios vivan y testimonien siempre el misterio puesto en sus manos para la salvación del mundo.”

 (S.S. Benedicto XVI. Ángelus. Domingo 18 de noviembre de 2005)




Maria, madre nuestra, te imploramos tu asistencia, porque no queremos que los bienes materiales nos hagan olvidar los verdaderos valores que dan sentido a nuestra existencia, y así ver la vida conforme a las enseñazas de Jesús. Amen

Que María viva en tu corazón



Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

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