lunes, 25 de mayo de 2015

«Entonces ¿quién puede salvarse?»


«Entonces ¿quién puede salvarse?»

Jesús, contestando a la pregunta que le había hecho un hombre rico, reveló como se puede llegar a la vida eterna. Pero es la idea de tener que abandonar sus riquezas lo que hizo que este hombre se quedara triste y se marchara. Entonces Jesús dijo: «Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el Reino de Dios». A su vez, Pedro, que se había despojado de todo renunciando a su oficio y a su barca, que no poseía ni tan solo un anzuelo, se acerca a Jesús y le pregunta: «Entonces ¿quién puede salvarse?» 


Fíjate al mismo tiempo en la reserva y en el celo de este discípulo. No ha dicho: «Mandas lo imposible, este mandamiento es demasiado difícil, esta ley es demasiado exigente». Tampoco se queda callado. Sino que, sin faltar al respeto y mostrando cuán atento estaba hacia los demás, dijo: «Entonces ¿quién puede salvarse?» Es porque incluso antes ya de ser pastor tenía alma de éste; ya antes de estar investido de autoridad..., se preocupaba del mundo entero.  Un hombre rico, probablemente habría preguntado lo mismo pero por interés, preocupado por su situación personal y sin pensar en los otros. Pero Pedro, que era pobre, no puede ser sospechoso de haber hecho esta pregunta por semejantes motivos. Ello es señal de que se preocupaba por la salvación de los demás, y que deseaba aprender  de su Maestro tal como se debe. 


De aquí la respuesta alentadora de Cristo: «Es imposible para los hombres, no para Dios». 

Lo cual quiere decir: «No penséis que yo os abandono. Yo mismo os asistiré en las cuestiones importantes, y haré que sea fácil y sencillo lo que es difícil».


Fuente:
San Juan Crisóstomo (c. 345-407), presbítero en Antioquía, después obispo de Constantinopla, doctor de la Iglesia 
Homilía sobre el deudor de diez mil talentos, 3; PG 51, 21 

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