miércoles, 28 de junio de 2017

La conciencia, una guía en tu camino


La conciencia, una guía en tu camino

Actúa siempre de cara a Dios


Por: Lucrecia Rego de Planas | Fuente: Catholic.net 


"¿Por qué la conciencia de los jóvenes no se rebela contra el mal en la sociedad? ¿Por qué tantos se acomodan en comportamientos que ofenden la dignidad humana y desfiguran la imagen de Dios? Lo normal sería que la conciencia señalara el peligro mortal que encierra el hecho de aceptar tan fácilmente el mal y el pecado. Y en cambio, no siempre sucede así. ¿Será porque la misma conciencia está perdiendo la capacidad de distinguir el bien del mal?

Jóvenes, no cedáis a esa falsa moralidad en la que lo bueno es lo que me gusta o me es útil y lo malo es lo que me disgusta.. ¡No asfixiéis vuestras conciencias!"

Juan Pablo II. Homilía a los jóvenes en Denver 14/8/93


La conciencia: luz que guía mi camino

La conciencia es la capacidad que Dios nos ha dado de distinguir el bien del mal y de inclinar nuestra voluntad a hacer el bien y evitar el mal. La conciencia es tu propia inteligencia humana cuando juzga prácticamente sobre la bondad o la maldad de tus actos. Te ordena en el momento oportuno, practicar el bien y evitar el mal. Juzga las opciones concretas aprobando las buenas y denunciando las malas.

La conciencia te dice a cada momento lo que se debe y lo que no se debe hacer. Cuando haces algo bueno, la voz de tu conciencia te aprueba, cuando haces algo malo, esta misma voz te acusa y condena sin dejarte en paz. Pero su función no se limita a emitir un juicio después de que ya hiciste algo, sino que valora tus decisiones antes de que actúes y es testigo de tus actos.

La conciencia no es algo que podamos ver o tocar. Sin embargo, podríamos compararla con los elementos que forman un juicio: en él hay un juez que da la sentencia, un testigo que dice qué fue lo que pasó y una ley en la que el juez se basa para dar el veredicto. La conciencia es testigo de nuestros actos y para dar su sentencia como juez, se basa en las leyes naturales que Dios ha escrito en el corazón del hombre.

La conciencia recta conoce la verdad. Está atenta para iluminarte en cada momento de tu vida. Te aplaude cuando haces algo bueno y te recrimina cuando haces algo malo para abrirte el camino del arrepentimiento y del perdón. Una conciencia bien formada siempre te invitará a actuar de acuerdo con tus principios y convicciones, te impulsará a servir a los hombres, a promover lo positivo y eliminar lo negativo.


¿Por qué se dice que la conciencia es la voz de Dios?

Si tienes un momento, aprovecha para ver dentro de ti y descubrirás que en lo más profundo existe una ley que tú no escribiste. Desde pequeño, sabías que ciertas cosas eran malas o no permitidas, sin que nadie te lo hubiera dicho. Esta ley fue puesta por Dios en tu corazón y la conciencia la saca a relucir.

Por eso decimos que la conciencia es la voz de Dios, porque es el mismo Dios el que, al crear al hombre, le ha dado las leyes en las que se basa la conciencia para emitir sus juicios y dar sus consejos. Así que obedecer a la conciencia es obedecer a Dios, por eso es importante seguir siempre lo que ella nos dicta.


¿Puede la conciencia darme indicaciones falsas?

Desgraciadamente tu conciencia no es infalible, puede equivocarse cuando se ha deformado. Puede llegar a tener por bueno lo malo dándote indicaciones falsas o simplemente dejando de dártelas. Esto puede suceder por ignorancia, por los criterios del ambiente en el que vives, por criterios falsos que hayas interpretado como verdaderos o por debilidades repetidas.

Por eso es muy importante que tu conciencia conozca la verdad. Debes educar tu conciencia, formarla sólidamente para que te guíe hacia lo mejor: a crecer hacia la madurez.


¿Cómo se llega a deformar la conciencia?

Puedes estar seguro de que tu conciencia no se deformará de un día para otro.

La deformación de la conciencia generalmente es fruto de malos hábitos:

* Puedes deformar tu conciencia poco a poco, sin darte cuenta, si aceptas voluntariamente pequeñas faltas o imperfecciones en tus deberes diarios. A fuerza de ir diariamente haciendo las cosas "un poco mal", llega un momento en el que tu conciencia no hace caso de esas faltas y ya no te avisa de que tienes que hacer las cosas bien. Se convierte en una conciencia indelicada, que va resbalando de forma fácil del "un poco mal" al "muy mal".

* También puede suceder que deformes tu conciencia a base de repetirle principios falsos como: "No hay que exagerar", "Tómalo con calma", "Todo el mundo lo hace", "A cualquiera le puede pasar". Se convierte así en una conciencia adormecida, insensible e incapaz de darte señales de alerta. Esto se da principalmente por la pereza o la superficialidad, que te impiden entrar a ti mismo para analizar lo que haces.

* Puedes convertir tu conciencia en una conciencia domesticada si le pones una correa, con justificaciones de todos tus actos, cada vez que quiera llamarte la atención, por más malos que estos sean: "Lo hice con buena intención", "Se lo merecía", "Es que estaba muy cansado", etc. Es una conciencia que se acomoda a tu modo de vivir, se conforma con cumplir con el mínimo indispensable.

* También puede ser que tu conciencia sea una conciencia errónea, es decir, que te dé señales falsas porque no conoce la verdad. Esto puede ser por tu culpa o por culpa del influjo del ambiente en el que vives.


Hay varios tipos de conciencia errónea:

Conciencia ignorante. Es la que realmente no sabe si los actos son buenos o malos y permite que cometas actos malos sin darte cuenta de su maldad. Es el caso de cuando no conoces una ley y la quebrantas. Si no la conoces porque no tenías forma alguna de conocerla, entonces no tienes ninguna culpa; pero si no la conoces porque no querías conocerla, entonces pecas como si la conocieras.

Conciencia escrupulosa. Para este tipo de conciencia todo es malo. Es opresiva y angustiante pues recrimina hasta una imperfección natural exagerándola como si fuera una falta horrible.

Conciencia laxa. Es lo contrario de la escrupulosa. Este tipo de conciencia minimiza las faltas graves haciéndolas aparecer como pequeños errores sin importancia.

Conciencia farisaica. Es la que se preocupa por aparentar bondad ante los demás mientras en su interior hay pecados de orgullo y soberbia. Es hipócrita, quiere que todos piensen que es buena y eso es lo único que le importa. Se preocupa de cumplir las normas y reglas exteriores y se olvida de la caridad y de la justicia. Reza mucho, pero es la que más critica a los demás.


¿Cómo puedo darme cuenta de que mi conciencia está deformada?

Hay tres reglas importantes que debe seguir toda conciencia recta:

1. Nunca puedes hacer el mal para obtener un bien. En otras palabras: el fin no justifica los medios.

2. No hagas a otros lo que no quieres que te hagan a ti, o visto en forma positiva: trata a los demás como te gustaría que ellos te trataran.

3. Respeta siempre los actos de los demás y los juicios de su conciencia. Esto quiere decir que tu conciencia no debe juzgar los actos de los demás, sino únicamente los tuyos. "Cree todo el bien que oye y sólo el mal que ve."

Si te das cuenta de que tu conciencia viola alguna de estas reglas y no te avisa en el momento adecuado, ni te recrimina por ello, es muy factible pensar que está desviada o deformada.

Al percibir esto, lo mejor es poner enseguida manos a la obra para mejorar, teniendo en cuenta los siguientes tres aspectos:

1. Tienes obligación de formar tu conciencia de acuerdo con tus deberes personales, familiares, de estudiante y ciudadano; los 10 mandamientos, los mandamientos de la Iglesia y todas las responsabilidades que hayas contraído libremente. Esta obligación es tuya y nadie la puede cumplir en tu lugar.

2. Es necesario que actúes siempre con conciencia cierta, es decir, que los juicios de tu conciencia sean seguros y fundados en la verdad. Por ello debes, estudiar y preguntar cómo actuar correctamente.

3. Nunca olvides que si tu conciencia está deformada sin que tú seas culpable de ello, como podría ser porque alguien te aconsejó con criterios falsos, entonces la responsabilidad de tus actos es menor, pero si tu conciencia está deformada por tu propia decisión o negligencia, por no haber puesto los medios para formarla, entonces la responsabilidad de tus actos y su culpabilidad es mayor.


¿Qué puedo hacer para formar mi conciencia?

* Estudia el Evangelio y el Catecismo, infórmate de qué tratan los documentos del Papa y de la Iglesia. Recuerda que el pretexto de "es que nadie me lo había dicho", no sirve como excusa ante Dios, pues es propio de una persona madura formarse e informarse de las normas que deben regir su vida.

* Reflexiona antes de actuar. No te guíes por tus instintos o por los slogans que oyes, sino por convicciones serias y profundas. Recuerda que tampoco es buen argumento el "creí que era bueno porque todo el mundo lo hace".

* De vez en cuando revisa tu vida, buscando lo que Dios quiere de ti y viendo en qué puedes estar fallando.

* Pide ayuda y consejo a alguien que conozca bien su fe. Puede ser un sacerdote. Una visión objetiva y externa de tu vida siempre será útil. Muchas veces puedes estar ahogándote en un vaso de agua, pero verdaderamente te estás ahogando. Necesitas alguien que te diga que es sólo un vaso y te saque de él.

* Nada mejor que un buen examen de conciencia seguido por una buena confesión. Si te confiesas frecuentemente, tu conciencia se irá haciendo más delicada y más sensible a la voz de Cristo y a tus pequeñas faltas. Si esperas a tener un pecado "gordo" para confesarte, tu conciencia irá perdiendo sensibilidad a los detalles será cada vez más tosca y burda.

* Sé sincero contigo mismo, con Dios y con la persona que te guíe espiritualmente. Llámale a cada cosa por su nombre, sin tratar de justificar lo que haces o de darle nombres disfrazados que aparentemente le quitan importancia a los fallos y aún a los pecados graves.

* Actúa siempre de cara a Dios, con ganas de darle gusto a Él y no a los demás. Los criterios de los amigos, del "qué van a pensar de mí" o de "es la moda", no son criterios que justifiquen una mala acción.

* No te desanimes ante las caídas, aunque sean muy profundas. Aprende siempre a comenzar de nuevo. Nunca te dejes llevar por el "ya no lo voy a intentar, pues siempre vuelvo a caer en lo mismo".

* Forma hábitos buenos. Programa tu vida y tu tiempo y no te permitas ninguna imperfección voluntariamente aceptada.

Algunos grupos que promueven las "dinámicas de grupo" utilizan el chantaje emocional y tratan de manejar los afectos de los personas, presionándolos a hacer cosas indebidas y los terminan llevando a una pérdida total de su identidad y de sus convicciones personales. Te dirán que eres demasiado radical y "atrasado" si crees en el pecado. Que eres "mocho" si no te prestas con ellos para cosas que sabes que te alejarán de Dios. Si tienes una conciencia clara y el deseo de ser verdaderamente santo, podrás defenderte y hacer frente a la presión y chantaje que los demás desean imponer sobre ti.


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