lunes, 31 de diciembre de 2018

Santo Evangelio 31 de Enero 2019




Día litúrgico: 31 de Diciembre (Día séptimo de la octava de Navidad)

Texto del Evangelio (Jn 1,1-18): 

En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios. Ella estaba en el principio con Dios. Todo se hizo por ella y sin ella no se hizo nada de cuanto existe. En ella estaba la vida y la vida era la luz de los hombres, y la luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la vencieron. 

Hubo un hombre, enviado por Dios: se llamaba Juan. Éste vino para un testimonio, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por Él. No era él la luz, sino quien debía dar testimonio de la luz. 

La Palabra era la luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo. En el mundo estaba, y el mundo fue hecho por ella, y el mundo no la conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron. Pero a todos los que la recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios, a los que creen en su nombre; la cual no nació de sangre, ni de deseo de hombre, sino que nació de Dios. Y la Palabra se hizo carne, y puso su Morada entre nosotros, y hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad. 

Juan da testimonio de Él y clama: «Éste era del que yo dije: El que viene detrás de mí se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo». Pues de su plenitud hemos recibido todos, y gracia por gracia. Porque la Ley fue dada por medio de Moisés; la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo. A Dios nadie le ha visto jamás: el Hijo único, que está en el seno del Padre, Él lo ha contado.


«Y la Palabra se hizo carne»

Rev. D. David COMPTE i Verdaguer 
(Manlleu, Barcelona, España)

Hoy es el último día del año. Frecuentemente, una mezcla de sentimientos —incluso contradictorios— susurran en nuestros corazones en esta fecha. Es como si una muestra de los diferentes momentos vividos, y de aquellos que hubiésemos querido vivir, se hiciesen presentes en nuestra memoria. El Evangelio de hoy nos puede ayudar a decantarlos para poder comenzar el nuevo año con empuje.

«La Palabra era Dios (...). Todo se hizo por ella» (Jn 1,1.3). A la hora de hacer el balance del año, hay que tener presente que cada día vivido es un don recibido. Por eso, sea cual sea el aprovechamiento realizado, hoy hemos de agradecer cada minuto del año.

Pero el don de la vida no es completo. Estamos necesitados. Por eso, el Evangelio de hoy nos aporta una palabra clave: “acoger”. «Y la Palabra se hizo carne» (Jn 1,14). ¡Acoger a Dios mismo! Dios, haciéndose hombre, se pone a nuestro alcance. “Acoger” significa abrirle nuestras puertas, dejar que entre en nuestras vidas, en nuestros proyectos, en aquellos actos que llenan nuestras jornadas. ¿Hasta qué punto hemos acogido a Dios y le hemos permitido entrar en nosotros?

«La Palabra era la luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo» (Jn 1,9). Acoger a Jesús quiere decir dejarse cuestionar por Él. Dejar que sus criterios den luz tanto a nuestros pensamientos más íntimos como a nuestra actuación social y laboral. ¡Que nuestras actuaciones se avengan con las suyas!

«La vida era la luz» (Jn 1,4). Pero la fe es algo más que unos criterios. Es nuestra vida injertada en la Vida. No es sólo esfuerzo —que también—. Es, sobre todo, don y gracia. Vida recibida en el seno de la Iglesia, sobre todo mediante los sacramentos. ¿Qué lugar tienen en mi vida cristiana?

«A todos los que la recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios» (Jn 1,12). ¡Todo un proyecto apasionante para el año que vamos a estrenar!

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Encuentro con María



Encuentro con María


Fray Diego de Hojeda


Y al fin llega a la calle más vecina,
adonde al hijo mira tropezando
con el gran peso de la cruz terrible:
¡Oh de ambos gran dolor, pena insufrible!

Sus ojos fija en él la Madre casta;
su vista en ella pone el Hijo santo:
esta luz en aquella luz se engasta,
y éste despierta aquel precioso llanto:
mírase el uno al otro: amor, ¿no basta
que con el hijo Eterno puedas tanto,
sin que a la Madre aflijas de manera
que, sin cruz, de la cruz pendiente muera?

Muere la Madre, cuando al Hijo mira:
más hace que morir, queda viviendo;
y de ver que no muere, más se admira,
porque se ve que viva está muriendo'
ni traspasado el corazón suspira; ,
que el anhélito ansioso recogiendo
del Hijo, le detuvo el que lanzaba
al tiempo que su vida le entregaba.


LECTURA BREVE Is 4, 2-3


LECTURA BREVE   Is 4, 2-3

Aquel día, el vástago del Señor será joya y gloria, fruto del país, honor y ornamento para los supervivientes de Israel. A los que queden en Sión, a los restantes en Jerusalén, los llamarán santos: serán inscritos para vivir en Jerusalén.

domingo, 30 de diciembre de 2018

Santo Evangelio 30 de diciembre 2018



Día litúrgico: La Sagrada Familia (C)

Texto del Evangelio (Lc 2,41-52): 

Los padres de Jesús iban todos los años a Jerusalén a la fiesta de la Pascua. Cuando tuvo doce años, subieron ellos como de costumbre a la fiesta y, al volverse, pasados los días, el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin saberlo sus padres. Pero creyendo que estaría en la caravana, hicieron un día de camino, y le buscaban entre los parientes y conocidos; pero al no encontrarle, se volvieron a Jerusalén en su busca. 

Y sucedió que, al cabo de tres días, le encontraron en el Templo sentado en medio de los maestros, escuchándoles y preguntándoles; todos los que le oían, estaban estupefactos por su inteligencia y sus respuestas. Cuando le vieron, quedaron sorprendidos, y su madre le dijo: «Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Mira, tu padre y yo, angustiados, te andábamos buscando». Él les dijo: «Y ¿por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?». Pero ellos no comprendieron la respuesta que les dio. 

Bajó con ellos y vino a Nazaret, y vivía sujeto a ellos. Su madre conservaba cuidadosamente todas las cosas en su corazón. Jesús progresaba en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres.


«Le encontraron en el Templo sentado en medio de los maestros, (...) estaban estupefactos por su inteligencia»

Rev. D. Joan Ant. MATEO i García 
(La Fuliola, Lleida, España)

Hoy contemplamos, como continuación del Misterio de la Encarnación, la inserción del Hijo de Dios en la comunidad humana por excelencia, la familia, y la progresiva educación de Jesús por parte de José y María. Como dice el Evangelio, «Jesús progresaba en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres» (Lc 2,52).

El libro del Siracida, nos recordaba que «el Señor glorifica al padre en los hijos, y afirma el derecho de la madre sobre su prole» (Si 3,2). Jesús tiene doce años y manifiesta la buena educación recibida en el hogar de Nazaret. La sabiduría que muestra evidencia, sin duda, la acción del Espíritu Santo, pero también el innegable buen saber educador de José y María. La zozobra de María y José pone de manifiesto su solicitud educadora y su compañía amorosa hacia Jesús.

No es necesario hacer grandes razonamientos para ver que hoy, más que nunca, es necesario que la familia asuma con fuerza la misión educadora que Dios le ha confiado. Educar es introducir en la realidad, y sólo lo puede hacer aquél que la vive con sentido. Los padres y madres cristianos han de educar desde Cristo, fuente de sentido y de sabiduría.

Difícilmente se puede poner remedio a los déficits de educación del hogar. Todo aquello que no se aprende en casa tampoco se aprende fuera, si no es con gran dificultad. Jesús vivía y aprendía con naturalidad en el hogar de Nazaret las virtudes que José y María ejercían constantemente: espíritu de servicio a Dios y a los hombres, piedad, amor al trabajo bien hecho, solicitud de unos por los otros, delicadeza, respeto, horror al pecado... Los niños, para crecer como cristianos, necesitan testimonios y, si éstos son los padres, esos niños serán afortunados.

Es necesario que todos vayamos hoy a buscar la sabiduría de Cristo para llevarla a nuestras familias. Un antiguo escritor, Orígenes, comentando el Evangelio de hoy, decía que es necesario que aquel que busca a Cristo, lo busque no de manera negligente y con dejadez, como lo hacen algunos que no llegan a encontrarlo. Hay que buscarlo con “inquietud”, con un gran afán, como lo buscaban José y María.

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LECTURA BREVE Dt 5, 16


LECTURA BREVE   Dt 5, 16

Honra a tu padre y a tu madre; así se prolongarán tus días y te irá bien en la tierra que el Señor, tu Dios, te va a dar.

Oración a la Sagrada Familia


Germen de fe



GERMEN DE FE

Por Javier Leoz

1. Poco se nos refiere en las páginas evangélicas sobre las vicisitudes y características de la Sagrada Familia. A grandes rasgos nos ha llegado lo elemental: era una comunidad de amor, de fe y de vida. Y eso, en definitiva, es lo importante. Lo que, esta fiesta, intenta trasladar a nuestras respectivas familias sometidas a tantos avatares, presiones o confusiones.

Si Jesús necesitó de la familia para seguir adelante, para madurar, crecer y enfrentarse a su propia vida, no menos lo precisamos nosotros para saber enfocar el futuro de los hijos y, por supuesto, el horizonte que aguarda a la fe. Pretender sustituir el papel de la familia (especialmente de los padres) en planos tan importantes e irrenunciables como la educación moral, el aborto, la sexualidad o la ética, es interferir en algo sagrado y propio de los principales educadores: la familia, los padres.

2.- Qué bueno sería pensar que, si Dios se sirvió de una familia para llevar a cabo su Encarnación, también se vale de nuestras familias para llevar a cabo su reino de santidad, de justicia, de amor y de verdad. La familia, es un trampolín en el que podemos coger el impulso y la altura idónea para lanzarnos luego a la conquista del mundo profesional, afectivo, cultural o social. La familia, como aquella primera Sagrada Familia, contribuye precisamente a eso: al crecimiento íntegro de todos sus miembros. No mira el interés de unos pocos, de unos particulares, del padre o de la madre, del hijo primero o segundo, va mucho más allá: la familia está llamada a desarrollar la personalidad de todos y cada uno de sus componentes y que se sientan útiles en el servicio a la sociedad.

3. Al contrario de lo que aconteció en la Sagrada Familia, tenemos bastante que mejorar en las nuestras. ¿Cómo está nuestra oración? ¿Y nuestro conocimiento sobre Dios? ¿Y el seguimiento en la educación humana y religiosa de los hijos? ¿Cómo vivimos nuestra fe en familia? ¿Le damos la cobertura que se merece? ¿Es Dios artífice, protagonista, centro de nuestras conversaciones, decoraciones, lecturas…o por el contrario un gran desconocido?

4.- El gran reto de la Iglesia, de Occidente y del futuro de nuestra vida cristiana estriba precisamente ahí: en familias que saben dar un pesebre en sus casas para que Dios pueda seguir encarnándose en Cristo. O dicho de otra manera, la familia, será –sin ninguna duda- el germen de la irrupción del cristianismo con nuevo vigor, con más fortaleza y con más convencimiento.

 Al contemplar los tres personajes de estas navidades, Jesús, José y María, podemos sacar algunas conclusiones muy prácticas para reavivar nuestras raíces cristianas:

 -En familia tenemos que aprender a vivir los misterios de Dios

 -En familia, con sencillez pero con grandeza de alma, hemos de enseñar a adorar a Dios a cuántos nos rodean o están a nuestro cargo

 -En familia, con oración y confianza, hemos de procurar fortalecer nuestra fe con la escucha de la Palabra, su meditación y la puesta en práctica en las cosas de cada día.

sábado, 29 de diciembre de 2018

Santo Evangelio 29 de diciembre 2018



Texto del Evangelio (Lc 2,22-35): 

Cuando se cumplieron los días de la purificación según la Ley de Moisés, llevaron a Jesús a Jerusalén para presentarle al Señor, como está escrito en la Ley del Señor: Todo varón primogénito será consagrado al Señor y para ofrecer en sacrificio un par de tórtolas o dos pichones, conforme a lo que se dice en la Ley del Señor. 

Y he aquí que había en Jerusalén un hombre llamado Simeón; este hombre era justo y piadoso, y esperaba la consolación de Israel; y en él estaba el Espíritu Santo. Le había sido revelado por el Espíritu Santo que no vería la muerte antes de haber visto al Cristo del Señor. Movido por el Espíritu, vino al Templo; y cuando los padres introdujeron al Niño Jesús, para cumplir lo que la Ley prescribía sobre Él, le tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo: «Ahora, Señor, puedes, según tu palabra, dejar que tu siervo se vaya en paz; porque han visto mis ojos tu salvación, la que has preparado a la vista de todos los pueblos, luz para iluminar a los gentiles y gloria de tu pueblo Israel».

Su padre y su madre estaban admirados de lo que se decía de Él. Simeón les bendijo y dijo a María, su madre: «Éste está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción -¡y a ti misma una espada te atravesará el alma!- a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones».


«Ahora, Señor, puedes (...) dejar que tu siervo se vaya en paz; porque han visto mis ojos tu salvación»

Chanoine Dr. Daniel MEYNEN 
(Saint Aubain, Namur, Bélgica)

Hoy, 29 de diciembre, festejamos al santo Rey David. Pero es a toda la familia de David que la Iglesia quiere honrar, y sobre todo al más ilustre de todos ellos: ¡a Jesús, el Hijo de Dios, Hijo de David! Hoy, en ese eterno “hoy” del Hijo de Dios, la Antigua Alianza del tiempo del Rey David se realiza y se cumple en toda su plenitud. Pues, como relata el Evangelio de hoy, el Niño Jesús es presentado al Templo por sus padres para cumplir con la antigua Ley: «Cuando se cumplieron los días de la purificación según la Ley de Moisés, llevaron a Jesús a Jerusalén para presentarle al Señor, como está escrito en la Ley del Señor: Todo varón primogénito será consagrado al Señor» (Lc 2,22-23).

Hoy, se eclipsa la vieja profecía para dejar paso a la nueva: Aquel, a quien el Rey David había anunciado al entonar sus salmos mesiánicos, ¡ha entrado por fin en el Templo de Dios! Hoy es el gran día en que aquel que San Lucas llama Simeón pronto abandonará este mundo de oscuridad para entrar en la visión de la Luz eterna: «Ahora, Señor, puedes, según tu palabra, dejar que tu siervo se vaya en paz; porque han visto mis ojos tu salvación, la que has preparado a la vista de todos los pueblos» (Lc 2,29-32).

También nosotros, que somos el Santuario de Dios en el que su Espíritu habita (cf. 1Cor 3,16), debemos estar atentos a recibir a Jesús en nuestro interior. Si hoy tenemos la dicha de comulgar, pidamos a María, la Madre de Dios, que interceda por nosotros ante su Hijo: que muera el hombre viejo y que el nuevo hombre (cf. Col 3,10) nazca en todo nuestro ser, a fin de convertirnos en los nuevos profetas, los que anuncien al mundo entero la presencia de Dios tres veces santo, ¡Padre, Hijo y Espíritu Santo!

Como Simeón, seamos profetas por la muerte del “hombre viejo”! Tal como dijo el Papa San Juan Pablo II, «la plenitud del Espíritu de Dios viene acompañada (…) antes que nada por la disponibilidad interior que proviene de la fe. De ello, el anciano Simeón, ‘hombre justo y piadoso’, tuvo la intuición en el momento de la presentación de Jesús en el Templo».


«Han visto mis ojos tu salvación»

Rev. D. Joaquim MONRÓS i Guitart 
(Tarragona, España)

Hoy contemplamos la Presentación del Niño Jesús en el Templo, cumpliendo la prescripción de la Ley de Moisés: purificación de la madre y presentación y rescate del primogénito.

La situación la describe san Josepmaría Escrivá, en el cuarto misterio de gozo de su libro Santo Rosario, invitando a involucrarnos en la escena: «Esta vez serás tú, amigo mío, quien lleve la jaula de las tórtolas. —¿Te fijas? Ella —¡la Inmaculada!— se somete a la Ley como si estuviera inmunda. ¿Aprenderás con este ejemplo, niño tonto, a cumplir, a pesar de todos los sacrificios personales, la Santa Ley de Dios?

»¡Purificarse! ¡Tú y yo sí que necesitamos purificación! —Expiar, y, por encima de la expiación, el Amor. —Un amor que sea cauterio, que abrase la roña de nuestra alma, y fuego, que encienda con llamas divinas la miseria de nuestro corazón».

Vale la pena aprovechar el ejemplo de María para “limpiar” nuestra alma en este tiempo de Navidad, haciendo una sincera confesión sacramental, para poder recibir al Señor con las mejores disposiciones. Así, José presenta la ofrenda de un par de tórtolas, pero sobre todo ofrece su capacidad de sacar adelante, con su trabajo y con su amor castísimo, el plan de Dios para la Sagrada Familia, modelo de todas las familias. 

Simeón ha recibido del Espíritu Santo la revelación de que no moriría sin ver a Cristo. Va al Templo y, al recibir en sus brazos lleno de alegría al Mesías, le dice: «Ahora, Señor, puedes, según tu palabra, dejar que tu siervo se vaya en paz; porque han visto mis ojos tu salvación» (Lc 2,29-30). En esta Navidad, con ojos de fe contemplemos a Jesús que viene a salvarnos con su nacimiento. Así como Simeón entonó el canto de acción de gracias, alegrémonos cantando delante del belén, en familia, y en nuestro corazón, pues nos sabemos salvados por el Niño Jesús.

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Encuentro a María



Encuentro a María

Rafael Ángel Marañón



Yo te siento, María, en cada fibra 
De mi alma mi cuerpo y mi cerebro 
Te hallo en cualquier niño que hace un quiebro 
 Distraído en el juego con que vibra. 

Y te veo a través del firmamento 
Cuando azul reverbera en lontananza, 
O en la noche que entrega la bonanza 
Del sueño que renueva nuestro aliento. 

En la cima del pico que elevado, 
Manda el cristal que mana de la fuente, 
En el árbol grandioso e imponente, 
Y en el paisaje, frígido y nevado. 

Te siento cuando ya desesperado, 
Gimiendo porque siento un gran vacío, 
Contigo vuelvo echar fuera el hastío 
Y tú, María, me libras de cuidado. 

Me alegras con la suave voz del viento 
Cuando mima la fronda en la arboleda , 
Y te observo en la madre cuando leda 
Amamanta a su hijo y da alimento.   

En todo lo que veo te contemplo 
María paradigma de belleza 
Llena de gracia, espíritu y fineza, 
Madre del Cristo, y primigenio templo. 

No puedo madre, santa y generosa, 
Comparar lo que labra cada ente 
En mi cuerpo mi espíritu y mi mente 
Por ser tú, tan gentil y primorosa. 

LECTURA BREVE Hb 1, 1-2


LECTURA BREVE   Hb 1, 1-2

A través de muchas etapas y de muchas maneras habló Dios en otro tiempo a nuestros antepasados por ministerio de los profetas; en estos tiempos, que son los últimos, nos ha hablado por medio de su Hijo, a quien ha constituido heredero de todas las cosas y por quien creó los mundos.

viernes, 28 de diciembre de 2018

Santo Evangelio 28 de diciembre 2018



Día litúrgico: 28 de Diciembre: Los Santos Inocentes, mártires

Texto del Evangelio (Mt 2,13-18): 

Después que los magos se retiraron, el Ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: «Levántate, toma contigo al Niño y a su madre y huye a Egipto; y estate allí hasta que yo te diga. Porque Herodes va a buscar al Niño para matarle». Él se levantó, tomó de noche al Niño y a su madre, y se retiró a Egipto; y estuvo allí hasta la muerte de Herodes; para que se cumpliera el oráculo del Señor por medio del profeta: «De Egipto llamé a mi hijo». 

Entonces Herodes, al ver que había sido burlado por los magos, se enfureció terriblemente y envió a matar a todos los niños de Belén y de toda su comarca, de dos años para abajo, según el tiempo que había precisado por los magos. Entonces se cumplió el oráculo del profeta Jeremías: «Un clamor se ha oído en Ramá, mucho llanto y lamento: es Raquel que llora a sus hijos, y no quiere consolarse, porque ya no existen».


«Se levantó, tomó de noche al Niño y a su madre, y se retiró a Egipto»

Rev. D. Joan Pere PULIDO i Gutiérrez Secretario del obispo de Sant Feliu 
(Sant Feliu de Llobregat, España)

Hoy celebramos la fiesta de los Santos Inocentes, mártires. Metidos en las celebraciones de Navidad, no podemos ignorar el mensaje que la liturgia nos quiere transmitir para definir, todavía más, la Buena Nueva del nacimiento de Jesús, con dos acentos bien claros. En primer lugar, la predisposición de san José en el designio salvador de Dios, aceptando su voluntad. Y, a la vez, el mal, la injusticia que frecuentemente encontramos en nuestra vida, concretado en este caso en la muerte martirial de los niños Inocentes. Todo ello nos pide una actitud y una respuesta personal y social.

San José nos ofrece un testimonio bien claro de respuesta decidida ante la llamada de Dios. En él nos sentimos identificados cuando hemos de tomar decisiones en los momentos difíciles de nuestra vida y desde nuestra fe: «Se levantó, tomó de noche al Niño y a su madre, y se retiró a Egipto» (Mt 2,14). 

Nuestra fe en Dios implica a nuestra vida. Hace que nos levantemos, es decir, nos hace estar atentos a las cosas que pasan a nuestro alrededor, porque —frecuentemente— es el lugar donde Dios habla. Nos hace tomar al Niño con su madre, es decir, Dios se nos hace cercano, compañero de camino, reforzando nuestra fe, esperanza y caridad. Y nos hace salir de noche hacia Egipto, es decir, nos invita a no tener miedo ante nuestra propia vida, que con frecuencia se llena de noches difíciles de iluminar.

Estos niños mártires, hoy, también tienen nombres concretos en niños, jóvenes, parejas, personas mayores, inmigrantes, enfermos... que piden la respuesta de nuestra caridad. Así nos lo dice San Juan Pablo II: «En efecto, son muchas en nuestro tiempo las necesidades que interpelan a la sensibilidad cristiana. Es la hora de una nueva imaginación de la caridad, que se despliegue no sólo en la eficacia de las ayudas prestadas, sino también en la capacidad de hacernos cercanos y solidarios con el que sufre».

Que la luz nueva, clara y fuerte de Dios hecho Niño llene nuestras vidas y consolide nuestra fe, nuestra esperanza y nuestra caridad.

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Encontré a María



Encontré a María


Rafael Ángel Marañón



Mi vida entera y triste me la he pasado en vano 
Viviendo para el vicio, la altivez  y el pecado 
Rebelde contra todo me hallaba en tal estado 
Que todo mal hacía, orgulloso y ufano. 

Busqué la paz perdida y el santo amor cristiano, 
La santidad perdida, y ya desesperado 
Me encontré de María, la madre del amado, 
El poder que plegara mi talante pagano. 

El misterio de Dios que se encarna en humano, 
Toma forma en su cuerpo y moldea su vida, 
Engrandece su alma, y esta jamás olvida 
Que el ser que ha concebido es ya su santo hermano. 

Inclinó su cerviz sometida al llamado, 
Sin atisbo de duda o tarda resistencia 
A la entrega total, en perfecta obediencia, 
Y el prodigio del Cielo quedó ya realizado. 

Tomó su decisión esplendorosa y viva 
No ponderó otra opción, ya había sido elegida 
Para encarnar a Cristo, portadora de Vida 
Y a los que adoran es como ramo de oliva. 

LECTURA BREVE Lm 2, 11


LECTURA BREVE   Lm 2, 11

Mis ojos están anegados en llanto, se estremecen mis entrañas, mientras desfallecen los niños y lactantes en las plazas de la ciudad.

jueves, 27 de diciembre de 2018

Santo Evangelio 27 de diciembre 2018



Día litúrgico: 27 de Diciembre: San Juan, apóstol y evangelista

Texto del Evangelio (Jn 20,2-8): 

El primer día de la semana, María Magdalena fue corriendo a Simón Pedro y a donde estaba el otro discípulo a quien Jesús quería y les dice: «Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde le han puesto». Salieron Pedro y el otro discípulo, y se encaminaron al sepulcro. Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió por delante más rápido que Pedro, y llegó primero al sepulcro. Se inclinó y vio las vendas en el suelo; pero no entró. Llega también Simón Pedro siguiéndole, entra en el sepulcro y ve las vendas en el suelo, y el sudario que cubrió su cabeza, no junto a las vendas, sino plegado en un lugar aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado el primero al sepulcro; vio y creyó.


«Vio y creyó»

Rev. D. Manel VALLS i Serra 
(Barcelona, España)

Hoy, la liturgia celebra la fiesta de san Juan, apóstol y evangelista. Al siguiente día de Navidad, la Iglesia celebra la fiesta del primer mártir de la fe cristiana, san Esteban. Y el día después, la fiesta de san Juan, aquel que mejor y más profundamente penetra en el misterio del Verbo encarnado, el primer “teólogo” y modelo de todo verdadero teólogo. El pasaje de su Evangelio que hoy se propone nos ayuda a contemplar la Navidad desde la perspectiva de la Resurrección del Señor. En efecto, Juan, llegado al sepulcro vacío, «vio y creyó» (Jn 20,8). Confiados en el testimonio de los Apóstoles, nosotros nos vemos movidos en cada Navidad a “ver” y “creer”.

Uno puede revivir estos mismos “ver” y “creer” a propósito del nacimiento de Jesús, el Verbo encarnado. Juan, movido por la intuición de su corazón —y, deberíamos añadir, por la “gracia”— “ve” más allá de lo que sus ojos en aquel momento pueden llegar a contemplar. En realidad, si él cree, lo hace sin “haber visto” todavía a Cristo, con lo cual ya hay ahí implícita la alabanza para aquellos que «creerán sin haber visto» (Jn 20,29), con la que culmina el vigésimo capítulo de su Evangelio.

Pedro y Juan “corren” juntos hacia el sepulcro, pero el texto nos dice que Juan «corrió más aprisa que Pedro, y llegó antes al sepulcro» (Jn 20,4). Parece como si a Juan le mueve más el deseo de estar de nuevo al lado de Aquel a quien amaba —Cristo— que no simplemente estar físicamente al lado de Pedro, ante el cual, sin embargo —con el gesto de esperarlo y de que sea él quien entre primero en el sepulcro— muestra que es Pedro quien tiene la primacía en el Colegio Apostólico. Con todo, el corazón ardiente, lleno de celo, rebosante de amor de Juan, es lo que le lleva a “correr” y a “avanzarse”, en una clara invitación a que nosotros vivamos igualmente nuestra fe con este deseo tan ardiente de encontrar al Resucitado.

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Enaltece a María



Enaltece a María

 Rafael Ángel Marañón



Enaltece a María ¡oh devoto cristiano!
Reverencia su vida su dolor compadece;
Que su altura te embargue del un amor que adolece
De su pena tan honda, su dolor inhumano. 

Su gloria y su grandeza exalta en esperanza;
A la madre bendita reverencia y bendice,
Por que plena de amor al que es piadoso dice:
Ven a mis tiernos brazos y no hagas más mudanza. 

Tu boca siempre llena de ofrenda verdadera;
Siempre mantengas lista con preces y alabanza,
Y retoza risueño en plena confianza
Con ángeles y santos, la celestial pradera. 

Y gracia sobre gracia, de su divino hijo,
Toma a través de ella en santa comunión;
Que en Cristo se completa su santa perfección,
Y el Padre se deleita en dar paz y cobijo. 

Seráficos misterios afloren a tu mente
Gozoso de su gracia y albura al contemplar
Sus grandes bendiciones abunden sin cesar
Y el nombre de María llene tu pecho y frente.


LECTURA BREVE Hch 4, 19-20


LECTURA BREVE   Hch 4, 19-20

Pedro y Juan, tomando la palabra, dijeron: «Juzgad por vosotros mismos si es justo, delante de Dios, obedeceros a vosotros antes que a él. Nosotros no podemos dejar de hablar acerca de lo que hemos visto y oído.»

En tu zarzal hoy brotan aleluyas



En tu zarzal hoy brotan aleluyas

 Emma-Margarita R.A. -Valdés

  

En tu zarzal hoy brotan alhelíes,
gardenias, mirtos, albahacas,
el aljibe rebosa
y en las gotas destella su mirada.
Un ruiseñor albricia su existencia
entre tu adormidera blanca.
Vuelan los estorninos
al son rojoazulado de su llama.

En tu zarzal hoy brotan amapolas,
jazmines, lilas, buganvillas,
y el olivo madura,
trae el ungüento fiel de su caricia.
Las cantáridas saltan con su nombre
por tilos, fresnos y glicinias.
Las aves migratorias
regresan al sabor de su semilla.

En tu zarzal hoy brotan aleluyas
en el escaramujo agreste.
Hay flores en tu algaida.
La mandrágora mustia reverdece.
Se remansa un enjambre en el ejido
de crisantemos y cipreses.
Y enjalbega tu hogar
la mano creadora de vergeles.

miércoles, 26 de diciembre de 2018

Santo Evangelio 26 de diciembre 2018



Día litúrgico: 26 de Diciembre: San Esteban, protomártir

Texto del Evangelio (Mt 10,17-22): 

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus Apóstoles: «Guardaos de los hombres, porque os entregarán a los tribunales y os azotarán en sus sinagogas; y por mi causa seréis llevados ante gobernadores y reyes, para que deis testimonio ante ellos y ante los gentiles. Mas cuando os entreguen, no os preocupéis de cómo o qué vais a hablar. Lo que tengáis que hablar se os comunicará en aquel momento. Porque no seréis vosotros los que hablaréis, sino el Espíritu de vuestro Padre el que hablará en vosotros. Entregará a la muerte hermano a hermano y padre a hijo; se levantarán hijos contra padres y los matarán. Y seréis odiados de todos por causa de mi nombre; pero el que persevere hasta el fin, ése se salvará».


«Os entregarán a los tribunales y os azotarán»

Fray Josep Mª MASSANA i Mola OFM 
(Barcelona, España)

Hoy, recién saboreada la profunda experiencia del Nacimiento del Niño Jesús, cambia el panorama litúrgico. Podríamos pensar que celebrar un mártir no encaja con el encanto navideño… El martirio de san Esteban, a quien veneramos como protomártir del cristianismo, entra de lleno en la teología de la Encarnación del Hijo de Dios. Jesús vino al mundo para derramar su Sangre por nosotros. Esteban fue el primero que derramó su sangre por Jesús. Leemos en este Evangelio como Jesús mismo lo anuncia: «Os entregarán a los tribunales y (…) seréis llevados ante gobernadores y reyes, para que deis testimonio» (Mt 10,17.18). Precisamente “mártir” significa exactamente esto: testigo.

Este testimonio de palabra y de obra se da gracias a la fuerza del Espíritu Santo: «El Espíritu de vuestro Padre (…) hablará en vosotros » (Mt 10,19). Tal como leemos en los “Hechos de los Apóstoles”, capítulo 7, Esteban, llevado a los tribunales, dio una lección magistral, haciendo un recorrido por el Antiguo Testamento, demostrando que todo él converge en el Nuevo, en la Persona de Jesús. En Él se cumple todo lo que ha sido anunciado por los profetas y enseñado por los patriarcas.

En la narración de su martirio encontramos una bellísima alusión trinitaria: «Esteban, lleno del Espíritu Santo, miró fijamente al cielo y vio la gloria de Dios y a Jesús de pie a la diestra de Dios» (Hch 7,55). Su experiencia fue como una degustación de la Gloria del Cielo. Y Esteban murió como Jesús, perdonando a los que lo inmolaban: «Señor, no les tengas en cuenta este pecado» (Hch 7,60); rezó las palabras del Maestro: «Padre, perdónales porque no saben lo que hacen» (Lc, 23, 34).

Pidamos a este mártir que sepamos vivir como él, llenos del Espíritu Santo, a fin de que, fijando la mirada en el cielo, veamos a Jesús a la diestra de Dios. Esta experiencia nos hará gozar ya del cielo, mientras estamos en la tierra.

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En tu regazo María



En tu regazo María

Rafael Ángel Marañón

  
Contigo me acompaño, santa virgen María, 
Por que encuentro a tu lado la paz y el gran honor 
Y tenido por digno, y salva, el alma mía
En tu noble regazo y en tu cálido amor. 

Y mi alma sus pasos encamina en tu vía 
Para llegar a Cristo, aun siendo un pecador, 
Pues con tu recia lucha y espantosa agonía, 
Fue posible que fuera nuestro gran redentor. 

Hacia ti me dirijo madre de Jesucristo.
Aunque tú todo el tiempo me has acompañado,
Y lo sienta yo o no, siempre estás a mi lado. 

En tu dulzor constante, de tu ayuda provisto, 
Marcho alegre y holgado por estar a tu lado,
Y gozar, ya colmado, con Jesús el amado. 


LECTURA BREVE Hch 6, 2b-5a


LECTURA BREVE   Hch 6, 2b-5a

«No está bien que nosotros descuidemos la palabra de Dios por atender al servicio de las mesas. Elegid, pues, hermanos, de entre vosotros, a siete hombres llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, a quienes podamos encomendar este servicio. Nosotros, por nuestra parte, nos dedicaremos a la oración en común y al ministerio de la palabra.» Y pareció bien esta proposición a toda la comunidad.

martes, 25 de diciembre de 2018

Santo Evangelio 25 de diciembre 2018



Día litúrgico: La Natividad del Señor (Misa de la noche)

Santoral 25 de Diciembre: La Natividad del Señor

Texto del Evangelio (Lc 2,1-14): 

Sucedió que por aquellos días salió un edicto de César Augusto ordenando que se empadronase todo el mundo. Este primer empadronamiento tuvo lugar siendo gobernador de Siria Quirino. Iban todos a empadronarse, cada uno a su ciudad. Subió también José desde Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, que se llama Belén, por ser él de la casa y familia de David, para empadronarse con María, su esposa, que estaba encinta. Y sucedió que, mientras ellos estaban allí, se le cumplieron los días del alumbramiento, y dio a luz a su hijo primogénito, le envolvió en pañales y le acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en el alojamiento. 

Había en la misma comarca unos pastores, que dormían al raso y vigilaban por turno durante la noche su rebaño. Se les presentó el Ángel del Señor, y la gloria del Señor los envolvió en su luz; y se llenaron de temor. El Ángel les dijo: «No temáis, pues os anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo: os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador, que es el Cristo Señor; y esto os servirá de señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre». Y de pronto se juntó con el Ángel una multitud del ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo: «Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres en quienes Él se complace».


«La Palabra se hizo carne, y puso su Morada entre nosotros (Jn 1,14)»

Mons. Jaume PUJOL i Balcells Arzobispo de Tarragona y Primado de Cataluña 
(Tarragona, España)

Hoy, con la sencillez de niños, consideramos el gran misterio de nuestra fe. El nacimiento de Jesús señala la llegada de la "plenitud de los tiempos". Desde el pecado de nuestros primeros padres, el linaje humano se había apartado del Creador. Pero Dios, compadecido de nuestra triste situación, envió a su Hijo eterno, nacido de la Virgen María, para rescatarnos de la esclavitud del pecado.

El apóstol Juan lo explica usando expresiones de gran profundidad teológica: «En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios» (Jn 1,1). Juan llama "Palabra" al Hijo de Dios, la segunda persona de la Santísima Trinidad. Y añade: «Y la Palabra se hizo carne, y puso su Morada entre nosotros» (Jn 1,14).

Esto es lo que celebramos hoy, por eso hacemos fiesta. Maravillados, contemplamos a Jesús acabado de nacer. Es un recién nacido… y, a la vez, Dios omnipotente; sin dejar de ser Dios, ahora es también uno de nosotros.

Ha venido a la tierra para devolvernos la condición de hijos de Dios. Pero es necesario que cada uno acoja en su interior la salvación que Él nos ofrece. Tal como explica san Juan, «a todos los que la recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios» (Jn 1,12). ¡Hijos de Dios! Quedamos admirados ante este misterio inefable: «El Hijo de Dios se ha hecho hijo del hombre para hacer a los hombres hijos de Dios» (San Juan Crisóstomo).

Acojamos a Jesús, busquémosle: solamente en Él encontraremos la salvación, la verdadera solución para nuestros problemas; sólo Él da el sentido último de la vida y de las contrariedades y del dolor. Por esto, hoy os propongo: leamos el Evangelio, meditémoslo; procuremos vivir verdaderamente de acuerdo con la enseñanza de Jesús, el Hijo de Dios que ha venido a nosotros. Y entonces veremos cómo será verdad que, entre todos, haremos un mundo mejor.

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La entrega de María

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LA ENTREGA DE MARÍA

Por José María Martín, OSA

1.- Jesús viene a nuestro encuentro. Dios no cita a sus hijos en lejanos lugares, sino que sale a nuestro encuentro en la persona de cualquier caminante que pasa a nuestro lado necesitado de ayuda.

"Tuvo Dimitri que salir, por orden del Señor, hacia un lugar de la estepa rusa para allí celebrar con El, a una hora determinada, una importante conversación. En el camino tropezó con un viajero cuyo carruaje se había atascado. Se detuvo a ayudarle. La operación fue muy laboriosa, duró largo rato. Al final, Dimitri consultó la hora, vio que se había hecho muy tarde y reemprendió su marcha a toda prisa. Voló más que corrió y llegó jadeante al lugar de la cita. ¡Inútil! ¡Dios no había esperado, se había ido ya!, pensó el pobre Dimitri. Pero, sin embargo, de pronto oyó la voz de Dios que le dijo:

--Has llegado puntualmente a la cita, pues yo era el arriero al que se le había atascado el carro”.

2.- Así actuaba María. Supo asumir en su vida lo que nos dice la carta a los Hebreos "Aquí estoy, oh Dios, para hacer tu voluntad". María, siempre atenta a quien pudiera necesitar su ayuda, visita a su prima Isabel. Demuestra su amor generoso y entregado. Es solidaria con el necesitado. Nosotros nos pasamos la vida poniendo excusas para no comprometernos demasiado, quizá por miedo a equivocarnos, por incertidumbre ante el futuro, por no estar seguros de nuestras propias fuerzas. María, sin embargo, dijo: "Aquí está la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra". María entregó a Dios su propia persona. Es una entrega total, no a plazos o con matices. Es frecuente ver cómo en Navidad parece que se nos ablanda el corazón, pero con frecuencia se trata de un sentimiento efímero, que se nos olvida fácilmente. Es fácil provocar la compasión como hacen los grandes maratones solidarios de televisión. Lo importante es tener sensibilidad y compasión para descubrir dónde están los rostros sufrientes.

3. Llamada a la solidaridad. Ser solidario es vivir de tal manera que "lo que le pasa al necesitado, a mí me importa y no me deja indiferente". ¡Qué bueno sería que este año pusiera un Belén diferente sin ángeles, ni pastores ni reyes! En su lugar podría poner estas figuras: un parado, víctima de la multinacionales, que esconde su cabeza entre sus manos; un hambriento, que tiene su vientre hinchado, pero su estómago está vacío; un inmigrante, que no tiene hogar ni patria y se siente extraño en un ambiente hostil; un preso que se siente al margen de la sociedad; un enfermo de sida, tumbado en el lecho de su desesperanza; y tantos y tantos excluidos del sistema... Cada día la pobreza es una realidad más cercana y difusa, los pobres son personas que están a nuestro lado, cerca de nosotros. Si queremos encontrarnos con Jesús, busquémosle en el pobre y seamos capaces de ponerles en el portal de nuestro corazón.

LECTURA BREVE Hb 1, 1-2



LECTURA BREVE   Hb 1, 1-2

A través de muchas etapas y de muchas maneras habló Dios en otro tiempo a nuestros antepasados por ministerio de los profetas; en estos tiempos, que son los últimos, nos ha hablado por medio de su Hijo, a quien ha constituido heredero de todas las cosas y por quien creó los mundos.

lunes, 24 de diciembre de 2018

Santo Evangelio 24 de diciembre 2018


Día litúrgico: Feria privilegiada de Adviento: 24 de Diciembre

Texto del Evangelio (Lc 1,67-79): 

En aquel tiempo, Zacarías, el padre de Juan, quedó lleno de Espíritu Santo, y profetizó diciendo: «Bendito el Señor Dios de Israel porque ha visitado y redimido a su pueblo y nos ha suscitado una fuerza salvadora en la casa de David, su siervo, como había prometido desde tiempos antiguos, por boca de sus santos profetas, que nos salvaría de nuestros enemigos y de las manos de todos los que nos odiaban haciendo misericordia a nuestros padres y recordando su santa alianza y el juramento que juró a Abraham nuestro padre, de concedernos que, libres de manos enemigas, podamos servirle sin temor en santidad y justicia delante de Él todos nuestros días. Y tú, niño, serás llamado profeta del Altísimo, pues irás delante del Señor para preparar sus caminos y dar a su pueblo conocimiento de salvación por el perdón de sus pecados, por las entrañas de misericordia de nuestro Dios, que harán que nos visite una Luz de la altura, a fin de iluminar a los que habitan en tinieblas y sombras de muerte y guiar nuestros pasos por el camino de la paz».


«Harán que nos visite una Luz de la altura, a fin de iluminar a los que habitan en tinieblas»

Rev. D. Ignasi FABREGAT i Torrents 
(Terrassa, Barcelona, España)

Hoy, el Evangelio recoge el canto de alabanza de Zacarías después del nacimiento de su hijo. En su primera parte, el padre de Juan da gracias a Dios, y en la segunda sus ojos miran hacia el futuro. Todo él rezuma alegría y esperanza al reconocer la acción salvadora de Dios con Israel, que culmina en la venida del mismo Dios encarnado, preparada por el hijo de Zacarías.

Ya sabemos que Zacarías había sido castigado por Dios a causa de su incredulidad. Pero ahora, cuando la acción divina es del todo manifiesta en su propia carne —pues recupera el habla— exclama aquello que hasta entonces no podía decir si no era con el corazón; y bien cierto que lo decía: «Bendito el Señor Dios de Israel...» (Lc 1,68). ¡Cuántas veces vemos oscuras las cosas, negativas, de manera pesimista! Si tuviésemos la visión sobrenatural de los hechos que muestra Zacarías en el Canto del Benedictus, viviríamos con alegría y esperanza de una manera estable.

«El Señor ya está cerca; el Señor ya está aquí». El padre del precursor es consciente de que la venida del Mesías es, sobre todo, luz. Una luz que ilumina a los que viven en la oscuridad, bajo las sombras de la muerte, es decir, ¡a nosotros! ¡Ojalá que nos demos cuenta con plena conciencia de que el Niño Jesús viene a iluminar nuestras vidas, viene a guiarnos, a señalarnos por dónde hemos de andar...! ¡Ojalá que nos dejáramos guiar por sus ilusiones, por aquellas esperanzas que pone en nosotros!

Jesús es el “Señor” (cf. Lc 1,68.76), pero también es el “Salvador” (cf. Lc 1,69). Estas dos confesiones (atribuciones) que Zacarías hace a Dios, tan cercanas a la noche de la Navidad, siempre me han sorprendido, porque son precisamente las mismas que el Ángel del Señor asignará a Jesús en su anuncio a los pastores y que podremos escuchar con emoción esta misma noche en la Misa de Nochebuena. ¡Y es que quien nace es Dios!

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En tu regazo



En tu regazo

Rafael Ángel Marañón

  
En tu sereno cobijo 
Me refugié de mis males 
Y oí voces divinales 
Cantando con regocijo. 

Ni los pajarillos ledos 
Son tan suaves y livianos, 
Como fueron en tus manos 
Mis zozobras y mis miedos. 

Y sostenido en tu abrazo 
Confiado, a tu cuidado, 
Soñé que ya había encontrado 
A Jesús en tu regazo. 

Y no fue sueño ligero 
Como el que se pierde raudo, 
Que lo guardé a buen recaudo 
Y fue sueño lisonjero. 

Que las cosas del Señor 
Su madre tiene asumidas, 
Y en sus hijos acogidas 
Nutriéndolos con su amor. 

Y las ansias padecidas 
Por los penas de su hijo, 
En gozo se han convertido 
Curando nuestras heridas. 

Gracias damos, Virgen Santa, 
Por tu amor y tu humildad 
Que borró nuestra orfandad 
Y del polvo nos levanta. 

Y a Jesús, el bienamado, 
Adoramos en un coro 
Con un cántico canoro, 
Digno de su principado. 

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